domingo, 24 de mayo de 2020

Menú de celebración: lasagna macrobiótica con salsa bolognesa sin carne y tarta de chocolate de algarroba



Aun en tiempos aciagos como los que corren, siempre hay alguna cosa que celebrar, aunque sea el fin del confinamiento, después de dos meses y medio...

Si a ello le sumamos que, por ejemplo, cumples años, tú o un ser querido, sobre todo si convives con él, entonces la dicha de cocinar algo sano y sabroso --ambas cualidades perfectamente compatibles--, será doblemente memorable.

En este caso, el plato estrella elegido es una lasagna casera. ¿Qué quiere decir 'casera'? Pues que, partiendo de los ingredientes de base, todo está elaborado en la cocina de tu casa, desde la masa de la lasagna hasta la salsa 'bolognesa' y la bechamel.

Veamos. La base se puede hacer con harina de trigo amasada y cortada en tiras anchas (de unos tres dedos) y un palmo de largas; lo que se adapte a la bandeja de horno que vayas a utilizar. Luego se hierven en una olla ancha, vigilando que no se doblen las tiras. ¡Ojo! Hay que echarlas al agua una vez esté hirviendo. Tienen que hervir un tres o cuatro minutos cada pieza. Las vas retirando y poniendo en una bandeja a medida que las vayas sacando. Tienes que calcular que la cantidad de láminas que vas a necesitar tiene que ser las que cubran la base de la bandeja de horno, y, cuando le habrás puesto la bolognesa dentro, otra capa de láminas encima, sin dejar espacios entre medio.

Mientras tanto puedes poner a remojar soja texturizada, que hace las veces de carne, porque obviamente no la hacemos con carne. La soja texturizada es un invento excelente para hacer salsa bolognesa, como la que vamos a utlizar en versión macrobiótica para nuestra elaboración de hoy.

En otro contenedor pones remolacha ya cocida cortada a trozos y le añades una cucharada grande de umeboshi, un chorro de aceite virgen de oliva, una pizca de sal y un chorro de tamari. Le echas agua hasta cubrirlo y lo trituras. Puedes añadirle unas hierbas provenzales para aromatizar. Te quedará una salsa de color rojo intenso, rubí.

Pones en una sartén, a la que has echado aceite de oliva en toda la base, la soja remojada (colada si ha quedado agua), una pizca de sal y lo remueves hasta que va adquiriendo un tono dorado. En unos minutos, cuando ya esté dorada, la retiras del fuego.

Cuando tengas las tiras de masa de harina listas, ya hervidas, y sacadas, las dispones en la bandeja de horno una al lado de otra sin dejar espacios entre medio. Luego juntas la salsa de remolacha con la soja texturizada y lo mezclas bien; lo depositas en encima de las láminas de harina hervida hasta cubrirlas todas y encima pones las restantes láminas.

Para la bechamel, haces un poco de crema de harina de arroz o de trigo sarraceno hervida en cinco porciones de agua durante quince minutos y la echas por encima de las láminas superiores. Puedes añadirle un poco de nuez moscada rallada. Le echas por encima un chorrito de tamari y un poco de aceite de oliva por las esquinas. Puedes poner un poco de romero por encima cortado a trocitos, opcionalmente. Y ¡listo! Puedes acompañar este plato con una ligera crema de calabaza templada y una ensalada refrescante si hace calor!!!




De postre, una tarta de chocolate de algarroba con avellanas picadas y endulzado con dátiles hervidos y triturados. La base de harinas es de copos de avena, harina de maíz, de trigo integral y un poco de harina de trigo sarraceno, que lo hará más digestivo. También puedes añadir un poco de cáscara de naranja rallada. Importante: No lleva azúcar. Puedes decorar la tarta con unos pedacitos de fresa y de naranja.




¡Feliz domingo y feliz celebración!


miércoles, 8 de abril de 2020

Macrobiótica para tu mascota: comida y tratamientos naturales para pulgas y gingivitis gatos

Veo con gran pesar en las noticias que en algunos países se han dedicado a disparar a perros y gatos o a envenenarlos para evitar la transmisión del virus de moda, que tiene nombre de robot: el covid-19. Sospecho que algo de robot tiene y me cuesta admitir que sea un virus creado por la naturaleza; más bien me inclino a pensar, como muchos, que es un engendro de laboratorio. La veterinaria de mis gatos dice a este respecto que no hay evidencia de que sean transmisores; simplemente les han inoculado el virus y, por supuesto, han dado positivo (brilliant!); una señora que era positiva le contagió el virus a su gato (no al revés), pero no está claro que los cuadros respiratorios de gatos sean del covid-19. Y tampoco está claro que su sistema "enferme" de ese virus. Total: no hay que buscar culpables en seres inocentes y mucho menos ensañarse con ellos por falta de datos claros y corroborados sobre este espinoso asunto que va a dar de que hablar durante muuucho tiempo, me temo.

Como saben quienes me conocen, soy fiel protectora de las mascotas, que me han dado tanto solaz y cariño desde hace muchos años; los gatos, concretamente. Pero no importa, me inspiran igual ternura los perros (siempre y cuando no amenacen con sus fauces a un lindo minino), los conejos, las ovejas o las vacas, a las que saludo y lanzo palabras de amor cuando las veo paseando por la montaña. Por si acaso, miro siempre alrededor para que no haya algún agente rural o psiquiatra merodeando... y me tome una foto o un vídeo y lo haga viral: "la última locura de ermitaños y almas compungidas, que vagan por parajes naturales diciendo palabras amorosas a terneros y vacas".

Soy de los que piensa que lo que mandas te viene de vuelta, ya sean palabras, pensamientos o actos. Así que practico con esos mamíferos que me inspiran paz y tranquilidad con su lento y paciente rumiar; y me recuerdan uno de los principios de la macrobiótica: masticar y masticar. Quién lo iba a decir, que la vaca fuera uno de los primeros mamíferos macrobióticos. Husmea y arranca poco a poco la hierba que va masticando, y sigue ejercitando sus mandíbulas horas y horas, sin tener que acudir al dentista del pueblo, tomen nota. Eso sí: no come carne, salvo la que le inyectan algunos ganaderos o profesionales de la ganadería sin escrúpulos que supeditan la sabia naturaleza de este animal a las fauces de la industria cárnica, la cual necesita producir carne a la velocidad de la luz. Parece que actualmente, sin embargo, está cambiando un poco esta tendencia; ojalá que no sea una moda pasajera.

En mi casa se come macrobiótica; y los que tienen la paciencia de leer mis comentarios de este blog habrán visto algunos de los platos que cocinamos en nuestra cocina alquímica. Gracias por el tiempo.

Los únicos que comen carne en casa son los gatos, pues no alteramos su constitución y su conciencia carnívora, pero sí les mezclamos la latita de paté con un poco de avena remojada en agua tibia y una pizca de sal marina;  con eso alimentamos a varios de una vez con un plato templado. Por supuesto, tienen la cazuela con sus bolitas, que compro por internet en sacos de 12 kg. La oferta de este producto de comida seca en internet es ingente.

Si tienes mascotas dentro de casa, te recomiendo que evites latas con azúcares añadidos; una vez más, hay que leer la lista de ingredientes. Si compras buen producto a granel o en cantidades grandes, siempre ahorrarás algo, sobre todo en visitas al veterinario. Con los animalitos pasa como con las personas: los malos hábitos alimenticios y los abusos del pasado pasan factura a la larga o a la corta...

También puedes buscar soluciones creativas. Yo, por ejemplo, cuento con la generosidad de una amante de los gatos, como yo, que tiene una parada en un mercado de barrio, y me guarda pedacitos de pollo que le sobran de las ventas del día; es carne fresca y tiene un olor y un sabor que hace las delicias de los felinos de fuera de mi casa, a los que también alimento. No me cuesta dinero y es producto que de todas maneras se iría a la basura; así que lo reciclo y todos contentos. Las partes amarillas se van para los que viven fuera, pues son pura grasa y les va bien para combatir el frío. La parte de carne, que corto y separo, la doy a trocitos a los de dentro, en pocas cantidades si son de avanzada edad. Hay que estar atento al estado y la edad del animal, pues sus necesidades cambian, como nos ocurre a los humanos. Utilizar el discernimiento es la mejor herramienta, en este caso.

En cuanto a la higiene de la mascota, voy a referirme a los gatos, que es el animal que conozco y trato.

El gato es un animal muy limpio por naturaleza, y las hembras lo son mucho más. Se lamen y, con este hábito, ya consiguen la parte más importante de su higiene. Yo los lavo solo de vez en cuando, sobre todo a los más jovencitos, que se restriegan por fuera o se suben a la chimenea y se les pegan cenizas y polvo en cantidad. Un jabón neutro es suficiente; no hace falta comprar productos específicos ni nada de eso. A los gatos mayores es mejor no marearlos mucho; quieren tranquilidad: hay que recordar que el gato es un animal yin, mientras que el perro es yang. Para las orejas, solo si son muy mayores y no se pueden limpiar bien con la patita, yo uso un algodoncito para limpiar los oídos, lo mojo en agua oxigenada y le limpio a mi gata de 14 años despacito y suavemente para retirar la cera que le impregna los oídos por dentro: con mucho cuidado y sujetando con la otra mano al gato para que no se escape.

Cuando se acerca el buen tiempo y acechan estos detestables chupópteros que son las pulgas (lo siento, para mí esos no entran dentro de la categoría de "Naturaleza"), pongo manos a la obra con un un sistema que he descubierto hace poco y que voy a revelar aquí en exclusiva. ¡Ta-chaaaan!

Como me harté de las habituales pipetas (en inglés, spot-on), esos tubitos a base de insecticida que han llenado las arcas de las farmacéuticas veterinarias hasta más no poder, he descubierto un producto que me ahorra mucho dinero y producto químico para mis gatos, pero, eso sí, me toca invertir más tiempo en su aplicación. Se trata de una botellita que combina algunos aceites esenciales que son repelentes naturales (aceite de Neem, árbol de té, geranio, lavanda y citronela). Lo venden en un solo producto en algunas tiendas de productos naturales. Pues bien, tienes que comprar un peine especial para quitar los piojos de la cabeza de los niños (desagradable y difundida plaga en nuestros tiempos, lamentablemente); tiene unas púas largas y muy juntas, de manera que cuando lo pasas por el cabello del niño (en caso de piojos), arrastra el piojo, las liendres y los huevos. En el caso de los gatos, le pones unas gotas en las púas y le pasas el peine despacio por el pelaje, empezando por las zonas más vulnerables a las pulgas: debajo de las orejas, detrás del cuello y vas peinando hasta la cola. En esa zona baja del lomo, antes de empezar la cola, suelen tener las pulgas su inodoro particular, pues notarás que allí depositan unos puntitos negros que son las heces de la pulga.

Si tienes la paciencia de pasarle el peine a lo largo de la columna y luego por los lados e incluso por la cara, te sorprenderá ver como los detestables insectos no pueden escapar a la pesca que realizan esas púas largas y estrechas. Eso sí: debes tener al lado una palangana con agua tibia y un poco de detergente donde vas a ir echando las pulgas y los restos que queden atrapados en el peine; tienes que hacerlo rápido porque, como sabes, la pulga es un animal que se mueve a brincos, y si puede, va a tratar de saltar. Si pones el peine rápidamente en el agua, y empujas hacia fuera la pulga (si no se ha salido al sumergir el peine), la verás moverse unos instantes antes de que el detergente la liquide. Cuidado, no uses solo agua, porque el agua sola no mata las pulgas. Con la otra mano tienes que sujetar al gato para que no se escape: las primeras veces, querrá huir por el miedo; las siguientes, ya estará más acostumbrado y, tal vez te haga como mi Rosi, que afloja las patas ¡y babea con ese "spa" particular que le proporciono!

Este método te va a permitir dos cosas: primera, vas a ir eliminando las pulgas, las larvas y los huevos, dejando el pelaje limpio y cepillado; y segunda, la piel y el pelo del gato quedará impregnado de los aceites esenciales, que harán las funciones de repelente y dejarán un buen olor al felino. Obviamente, a los gatos no les gusta ese olor (es fuerte); y tendrás que actuar con habilidad y sigilo, porque cuando te vean acercarte con la palangana y el peine, echarán a correr. Sin embargo, como tú eres más hábil que tu gato, no dudo que vas a lograr tu objetivo.

Esta técnica funciona, pero requiere que lo vayas repitiendo de vez en cuando; según sea la necesidad o la amenaza. Si observas que se rascan mucho, puede ser señal de que algún bichito les anda chupando. Son aceites esenciales, así que no tienen efectos secundarios porque no contienen productos químicos, al revés que las pipetas, que están formuladas a base de insecticidas. Una vez a la semana o cada quince días debería ser suficiente. Si lo haces para prevenir, tal vez cada tres o cuatro semanas te baste. Si tienes jardín y salen al exterior, la amenaza es mayor que si están dentro sin salir. Observar es la clave. Está claro que el gato al día siguiente se empezará a lamer otra vez porque los gatos quieren oler a gato, no a aceites esenciales; pero tienes la tranquilidad de que no están lamiendo nada químico y a la vez les va a mejorar el aliento. ¡Dos pájaros de un tiro!

Por último, quiero sugerirte un producto macrobiótico para la gingivitis, una dolencia que suele afectar a los gatos de edad, por la falta de higiene bucal y porque, pobrecitos, se pasan el día entero con la boca cerrada. El producto se llama "Dentie", es totalmente natural, y está hecho con berenjena carbonizada (charred eggplant) y sal marina, un genial descubrimiento de Georges Ohsawa. Te pones un poco en el dedo índice y se lo pasas por las encías, frotando ligeramente. La primera vez, quizás te brinque, pero cuando se acostumbre no se moverá. Es totalmente natural, y por tanto no tiene efectos secundarios. Yo lo aplico una vez al día o cada dos días. Es un buen método de higiene bucal.

Bueno, espero que te ayuden estas sugerencias. Estoy a tu disposición, como siempre, para preguntas o comentarios. Me contentaré por ahora con que no comas carne de murciélago...

 ¡Cuida y ama a tus mascotas! Es nuestra obligación.


sábado, 4 de abril de 2020

Menús con cereales y vegetales para el confinamiento (mijo, bulgur, calabaza, azukis, ensaladas...)

Siguiendo con nuestros menús para estas fechas en que es nuestra responsabilidad individual quedarnos en casa para no contagiar no ser contagiados, paso a compartir unos platos sencillos pero apetitosos para el día a día.

Tiempo de preparación: una hora más o menos. Quizás te parezca mucho, pero si lo piensas, es menos del tiempo que dedicas todos los días a ir y venir de tu lugar de trabajo. Para los que se han quedado en casa, se trata de hacer una pausa en su trabajo de oficina u ocupación con niños, casa, etc, para ponerse a cocinar. Para quienes tengan que salir de todos modos a trabajar fuera de casa, pues lo pueden preparar cuando regresen y llevarse una parte para el almuerzo del día siguiente. Es un tiempo muy bien invertido, tengo que admitir, porque se trata de un tiempo dedicado a tu salud y bienestar y de los tuyos; y esto ya hemos visto que ha pasado a ser una prioridad number ONE en estas semanas; y lo seguirá siendo unas cuantas más, me parece...

Bueno, que no cunda el pánico. Vamos a ver los platos y a pensar en eso que a todos o casi nos gusta, que es sentarnos delante de un hermoso plato de comida sana y rica. Veamos.

Primer plato: Tarta de mijo, círculo de calabaza con ensalada de anacardos, azukis (beans) y tortita casera con ensaladilla de zanahoria y nabo. Observa que esta es una manera de aprovechar lo que te ha sobrado el día antes, en este caso, la ensaladilla de zanahoria y nabo. De esta manera, no echamos a la basura lo que nos ha sobrado el día antes; se guarda perfectamente de un día al otro y lo puedes presentar en otro plato con otra forma. Aquí, puesto encima de una tortita de pan hecho en casa, como ejemplo.


La sopa es de los vegetales cocinados el día antes, hervidos con agua y triturados.



Segundo plato: sopa de lentejas rojas con un poco de hinojo y calabaza. El cereal del día es bulgur con trigo sarraceno.



Tercer plato: Ensaladilla de nabo con zanahoria y mayonesa casera. Se le puede añadir un poco de atún de lata si se desea.



lunes, 30 de marzo de 2020

Menús con pescado para el fin de semana

El viernes es el día en que suelo ir a comprar pescado, porque es fresco y lo comemos una vez por semana. Es un hábito bastante común entre los macrobióticos que no somos cien por cien vegetarianos. Lo aprendí en Cuisine et Santé, centro macrobiótico en Saint Gaudens (Francia) donde uno aprende macrobiótica de la original, la que enseñó Ohsawa, su fundador.

Cuidado con esto. El pescado que comemos no pasa a ser el centro de nuestra alimentación, que sigue siendo el cereal en sus muchas variedades. Simplemente nos queremos dar el gusto de comerlo y lo hacemos una o dos veces por semana, porque en la macrobiótica se minimiza el consumo de productos animales y se maximiza el de cereales y vegetales.

También quiero decir que el pescado que compremos ha de ser preferiblemente fresco (es decir, que se ha pescado en el último día, no que esté muy frío o congelado), y de buena calidad. Ya he advertido otras veces que hay que mirar que los ojos del pescado se vean brillantes, casi vivos, porque eso es también señal de frescura. En España por suerte somos bastante afortunados en este sentido. En otros países..., bueno, hay que tratar por todos los medios de que sea fresco y si se tienen dudas serias de que no lo es, pues yo casi preferiría no consumirlo. La experiencia me ha demostrado que la apariencia del supermercado o lo caro de sus productos no son garantía de mucho, en cuanto a frescura y calidad se refiere. Más bien presta atención al aspecto del pescado y a sus ojos. Y si cuando te acercas a la pescadería percibes un olor un poco rancio o raro... ¡date media vuelta y déjalo para otro día! Esta es mi sincera opinión. Cada cual que decida según su mejor criterio.

Hecha esta aclaración, paso a mostrar ya los platos que he cocinado este fin de semana con el pescado que compré: calamares, mejillones y sardinas: bueno, bonito y barato.

El primero es spaghetti frutti di mare: con calamares y mejillones. Se cuecen por separado, obviamente, y luego se juntan en una sartén para que se unan los sabores. Si el pescado es bueno, hay que dejar que su sabor predomine en el plato y, por tanto, evitar sazones que opacan el sabor que queremos que predomine en el plato.


Lo podemos acompañar con una ensalada verde (esta tiene unos trocitos de hinojo y aceitunas verdes).



El segundo es risotto con calamares. También se cocinan por separado y solo se juntan al final unos minutos para ensamblar sabores. El arroz, por supuesto, integral. Ya he comentado en otros artículos la necesidad de que el arroz sea integral y nunca blanco. Este es mejor echarlo a los pájaros, que estos días sin turistas ni transeúntes andan un poco hambrientos.

Lo acompañamos con una sopa ligera de avena y kale.



El tercer plato es sardinas cocinadas al horno, solo con sal (marina) y un chorrito de aceite de oliva virgen. Estos platos se pueden aliñar con un poco de ajo y perejil. Para acompañar a las sardinas, he cocinado cuscús integral macerado con calabaza, unos nachos estilo "joseluís" y un poco de ensalada verde. De primero, sopa de calabacín (zucchini), chirivía y cebolla.



Para quien quiera un plato vegetariano, las opciones que presento seguidamente son hamburguesa de mijo con kale y tortitas estilo "joseluís" y ensalada de fusilli con coliflor y salsa de remolacha. y, por supuesto, los acompañamientos del pescado sirven como plato vegetariano.




Hay para elegir. ¡Buen provecho!


miércoles, 25 de marzo de 2020

Un menú para cada día de confinamiento: mi pizza macrobiótica


Ahora que pasamos muchas horas en casa, y ya que me toca inventarme platos un día tras otro, me he propuesto compartirlo con nuestras amigas y amigos hasta donde me llegue la capacidad y la inventiva, por si a alguien le sirve.





Pues bien, hoy he cocinado lo siguiente:

-Sopa de garbanzos
-Wrap de huevo con arroz integral
-Mi pizza macrobiótica (este es el plato estrella del día)
-Ankaké de zanahorias con kuzu
-Ensalada de rabanitos crudos con algas arame en vinagreta de umeboshi




Lo del plato estrella es porque a mi hija le encanta la pizza, y se la come muy a gusto. La masa es casera; hecha con harina integral y un puñado de copos de avena para darle una textura más blanda. La salsa no es de tomate, sino de remolacha (más sana y no da acidez como el tomate). Encima, unas lonchas finas de queso de cabra, aceite de oliva y salsa shoyu (de soja natural). Encima del queso le he puesto unos trocitos de calabaza que tenía de ayer. Se puede añadir un poco de orégano o romero fresco, y cebolla o aceitunas negras, pero hoy la he hecho simple porque ya había mucho acompañante.



Si te sobra, te lo puedes comer para cenar, si todavía te queda hambre...

¡Salud y buen provecho!

Y recuerda: no te la juegues, ¡quédate en casa!

lunes, 23 de marzo de 2020

El coronavirus: ayuno, sí o sí. Guía para un confinamiento saludable

A estas alturas, no me cabe ninguna duda de que este virus al que los expertos han bautizado con un nombre tan raro como COVID-19 nos está trayendo algunas oportunidades para hacer cambios en nuestra vida: no nos toca otro remedio.

En España llevamos nueve días de confinamiento, es decir, que no podemos salir de casa más que para ir a comprar alimentos, a la farmacia, a pasear el perro (los que lo tienen) o a trabajar (los que tienen que hacerlo pues la mayoría se ha quedado en casa).

Vaya por delante que el mejor remedio para evitar el contagio (y cada día recibimos unas cuantas pócimas en nuestro whatsapp) es quedarse en casa. Nuestros gobiernos lo han dejado bien clarito con tanta comunicación en televisiones y tanta prohibición y sanción si se nos ocurre meter los pies en la calle. También es el método más barato (aunque ya sabemos que el coste económico de todo esto va a ser muy grande; pero de esto hablaré en otro artículo).




Tenemos muchas horas para quedarnos en casa y hacer lo que nunca tenemos tiempo de hacer porque andamos corriendo de un lado para el otro. Y una de ellas es cocinar, por supuesto. Así que, queridas amigas, ahora ya no me podrán dar la excusa de que no tienen tiempo de cocinar. Así que ¡pongámonos el delantal!, y vamos a pasar un rato agradable en nuestra olvidada cocina. Vamos a recuperar las ollas que no hemos usado porque hemos optado por calentar los alimentos congelados o precocinados en el microondas. Vamos a divertirnos creando nuestras propias recetas al combinar los alimentos que ya tenemos.

También es un momento óptimo para incorporar cambios en nuestra dieta habitual. Y para evitar las tentaciones de la calle. Porque nuestros restaurantes preferidos están cerrados; y también lo están los que nos faltan por descubrir y las fantásticas cafeterías donde entramos a tomar ni que sea un café o un té rápido... ¡Imagínense! Nada. Así que no nos toca otra que hacerlo en casa. No caigan en la tentación de encargar comida a domicilio, por dos motivos, a menos que estén totalmente incapacitados para cocinar: primero, porque se estarán privando de la maravillosa oportunidad de cocinarse para ustedes mismas, y eso es en sí terapéutico; en segundo lugar, porque no saben quién les ha preparado la comida ni las posibilidades de contagio que esa maravillosa caja puede contener.

Los que hayan tenido la precaución de comprar alimentos con anterioridad ya tienen lo necesario en la despensa para unas cuantas semanas. Los que no, pues les tocará salir a comprar. ¡Pero no se asusten! Habrá suficiente para todos. No tienen que vaciar los estantes del supermercado. Primero porque no necesitan kilos y kilos que después tal vez no utilicen y se les malogre en la despensa. Segundo, porque si arrasamos con lo que tenemos a la vista, probablemente estaremos evitando que la persona que viene detrás, y las siguientes, puedan adquirir ese alimento del que tú te has provisto en cantidad excesiva. Se impone la solidaridad y el pensar en las necesidades del prójimo. Hay que prevenir la exageración con la comida; en la compra y en el consumo.

Mejor comprar productos imperecederos (sobre todo cereales en grano: arroz integral, mijo, copos de avena, trigo sarraceno, y si quieren, cus cus, trigo bulgur o quinoa), y también algas, miso, umeboshi, y no se les ovide, sal marina sin refinar (es mejor que la del Himalaya, que además es mucho más cara) y aceite de sésamo (ajonjolí) y de oliva y girasol. No los aceites vegetales que venden en los Estados Unidos, de origen desconocido. Si se tienen niños, pasta: espaguetis, macarrones, fusilli... Los vegetales, los necesarios para la semana actual y un poco más. Esto es más perecedero, por lo que tendremos que ir proveyendo de a poco. No recomiendo congelar, ya lo he dicho muchas veces; porque la refrigeración en estas circunstancias es suficiente, y porque los alimentos congelados pierden su energía vital y una parte de sus nutrientes. Muy importante: lo básico son los cereales integrales en grano, que duran y duran sin dañarse un montón de tiempo, y no hace falta refrigerarlos. Nos alimentan y son ideales para recuperar el tono vital y limpiar el intestino después de tantos abusos en resto del año. Recuerden que además se da otro hecho: justo hemos entrado en la primavera, con lo cual una limpieza del organismo nos vendrá de perlas para prepararnos para el buen tiempo --aunque sea dentro de casa...




Es bueno recordar que, como pasaremos la mayor parte del tiempo en nuestro hogar, no vamos a quemar tantas calorías ni tampoco vamos a ejercitar tanto nuestro cuerpo, así que rebajar el consumo de galletitas, cafés con leche, frutos secos y no secos en cantidad, jugos varios en cantidad, y mil y un chuches, nos va a reportar grandes beneficios.

Estamos viviendo una época de regresar a lo básico y eliminar lo superfluo, no solo en el aspecto físico, también en el emocional y mental: tenemos que privarnos de miles de productos de consumo y de miles de abrazos, besos, estrechamiento de manos y otros tantos toqueteos a los que los latinos e hispanos estamos tan acostumbrados. También de esto debemos ayunar. ¡Buf! Se me antoja que eso va a ser mucho más difícil para los latinos que para los anglosajones, que ya tienen un gen que les predispone al "detachment" y al autoconfinamiento en su casa, me van a perdonar...

Bueno, vamos a dejarnos de connotaciones raciales o separatistas porque corren tiempos de unión y de unidad, de fraternidad y ayuda al prójimo. Por eso, les pido que por favor se pongan en contacto conmigo si tienen alguna duda o pregunta o comentario sobre este asunto de la dieta que tanto me fascina y me interesa. ¡Yo también tengo mis pecadillos, no se crean! Pero estos días, estoy disfrutando de hacer combinaciones varias y tratar de deleitar el selectivo paladar de los míos, no se crean...

Ah, por último, no me voy a privar de recetarles algo para su sistema inmunológico --que no es la vitamina C ni los mejunjes con vinagre ni productos químicos: raíz de diente de león, raíz de bardana y sopitas de miso. Alimentos naturales y cocinados. Recuperen las horas de sueño robadas por la agitación y la ansiedad. Escuchen mantras o buena música clásica. Y ríanse; disfruten con un buen libro, de esos que siempre les recomendamos y que tampoco leen por falta de tiempo. Bájense una clase de yoga por internet y muevan el esqueleto todos los días un ratito. Su cuerpo se lo agradecerá.

Y no se darán cuenta, que ya habrán pasado los días de confinamiento. Y de reflexión, y de adquirir conciencia.

Gracias, coronavirus, por todas estas cosas que también nos has traído. Ya aprendimos la lección, y por eso, ya te puedes marchar. De hoy en adelante, ya no seremos las mismas personas. Valoraremos más a los demás y corregiremos nuestros hábitos no saludables. Esta vez sí lo haremos, porque ya hemos visto el precio tan caro en vidas y personas infectadas, de médicos y sanitarios también infectados por tus ventosas. Nuestro amor y nuestra sabiduría y nuestro poder son infinitamente más grandes que esas ventosas con las que te adhieres a las células de los seres humanos. Porque nuestras células son las células del Cristo y del Buda, y por eso no las puedes infectar. Solo puedes disolverte dentro de ese mar violeta y rubí de nuestro amor a Dios y a todos los seres humanos. Pedimos perdón por nuesta ignorancia y nuestra arrogancia.

Salud, paz y conciencia para todos.










lunes, 16 de diciembre de 2019

La descalcificación de los huesos


Aprovechando que se acercan las Navidades y que hay que repostar la despensa con algunos buenos alimentos, hemos pasado un fin de semana en Cuisine et Santé, hotel-restaurante macrobiótico situado en Saint Gaudens, al sur de Francia (al otro lado de los Pirineos).


En este  hermoso paraje, entre frondosa vegetación y el skyline de los Pirineos vistos desde el otro lado de donde los solemos ver nosotros, que vivimos en Cataluña, se encuentra una casa rural donde puedes disfrutar de una excelente comida cocinada al modo macrobiótico comme il faût, que dirían nuestros vecinos franceses, es decir, como debe ser; porque aquí han heredado la magnífica enseñanza del fundador de la macrobiótica, Georges Ohsawa, quien la transmitió a su fiel discípulo René Lévy, que lo fue los últimos diez años de vida del maestro japonés. Pues bien, en este lugar no solo disfrutas de la comida, como digo, sino que también puedes participar en la preparación del almuerzo y de la cena; y también puedes escuchar unas charlas que dan por las mañanas después del desayuno y de la cena algunos discípulos de René Lévy, que falleció en el 2010.

Los horarios, por supuesto, son más ‘europeos’ que los de España, es decir, se come a las 12.30h y se cena a las 19.30h (7.30pm), aunque si prevés que vas a llegar más tarde, avisas y te guardan comida caliente hasta tu llegada.
En la tienda del hotel puedes comprar algunos libros y alimentos recomendados por la macrobiótica, cosa que nosotros hacemos cada vez que vamos allí. El miso, importado de Japón, es de excelente calidad; el tamari, lo mismo; el té de tres años, lo venden a granel; cereales, granos, kuzu…; y a cinco minutos en coche, tienes una tienda biocoop, donde encuentras todo tipo de productos orgánicos y tienen un rincón en el que invitan a los clientes a tomar un té caliente o un café de cereales. Magnifique!!!
En las charlas, se explican puntos importantes de la cocina o la vida macrobiótica y se responden preguntas de los asistentes: muchos llegados principalmente del País Vasco o de Cataluña o de España, y algún que otro francés o italiano; algunos aterrizan por primera vez en la macrobiótica; otros ya la conocen o han estado allí otras veces, y algunos son residentes intermitentes o más o menos fijos. Todos colaboran en alguno de los muchos quehaceres que esconde la maison.



Actualmente están cocinando y dando las charlas Lourdes (antigua discípula de René que vivió 11 años allí) y su hija, Stephanie, que se crió precisamente en ese lugar, y ahora está residiendo temporalmente allí con su hijito, Sidarta (interesante nombre…).
Muy acertadas me parecieron sus explicaciones, sobre todo la de Stephanie acerca de la acidez en la sangre a causa de los muchos alimentos que la causan y que desemboca en la descalcificación de los huesos y del organismo porque el cuerpo, a fin de defenderse y tratar de compensar esa acidez, lanza al torrente sanguíneo calcio, que principalmente extrae de los huesos. Es un intento desesperado del organismo, que se pone en alerta como en cualquier otra ocasión en que se siente amenazado, y ejecuta sus propios remedios o medios para paliar problemas. Pero estos problemas, en realidad, no desaparecen a no ser que se detenga la fuente que los está causando, esto es, una errónea alimentación.

Alimentos que causan acidez: todo lo yin, a saber, dulces de todo tipo, frutas, algunos vegetales, sobre todo el tomate, la patata, el pimiento, la berenjena. ¿Cóooooomo?, se preguntarán algunos. Pues sí, señores y señoras. Eso que vino de América hace quinientos y pico de años (porque en Europa no existían patatas ni tomates), a colorear nuestros platos y a acidificar nuestros estómagos y nuestra sangre.

No estará de más introducir aquí una anécdota que le ocurrió a mi esposo a principios de este verano. Estaba charlando con un conocido suyo de origen griego, y le comentaba este controvertido asunto del tomate y de la acidez que genera y de sus fatales consecuencias: puede causar artritis, artrosis y un sinfín de problemas en las extremidades. El griego casi palideció. Al preguntarle, respondió que sufría de artrosis (con cuarenta y pico de años…). Y confesó… que le encantan los tomates, y come muchos a la semana; en verano, ¡casi tres quilos por semana! Voilà, querido amigo.

La acidez está muy extendida en nuestro cuerpo, y los lácteos, es decir, leches, quesos, yogures, etcétera, etcétera, también la provocan. El chocolate, que algunos dicen que quita la depresión ¡da acidez!, y tal vez eso te devuelva la depresión. Ah, y otra cosa: los sentimientos y pensamientos negativos, también.

Así es que, ¡sé feliz y disfruta de los buenos -alcalinos- alimentos en estas Navidades!
Y recuerda una de las máximas de la Macrobiótica: ¡la cantidad mata la calidad! (Ohsawa dixit)

(Si quieres preguntarme algo sobre este artículo o clases o cualquier otra inquietud que tengas acerca de la Macrobiótica, estoy a tu disposición: mándame tu mensaje en privado y hablamos. Avec plaisir)

Feliz Navidad, y mucha sabiduría para el nuevo año.