lunes, 23 de marzo de 2020

El coronavirus: ayuno, sí o sí. Guía para un confinamiento saludable

A estas alturas, no me cabe ninguna duda de que este virus al que los expertos han bautizado con un nombre tan raro como COVID-19 nos está trayendo algunas oportunidades para hacer cambios en nuestra vida: no nos toca otro remedio.

En España llevamos nueve días de confinamiento, es decir, que no podemos salir de casa más que para ir a comprar alimentos, a la farmacia, a pasear el perro (los que lo tienen) o a trabajar (los que tienen que hacerlo pues la mayoría se ha quedado en casa).

Vaya por delante que el mejor remedio para evitar el contagio (y cada día recibimos unas cuantas pócimas en nuestro whatsapp) es quedarse en casa. Nuestros gobiernos lo han dejado bien clarito con tanta comunicación en televisiones y tanta prohibición y sanción si se nos ocurre meter los pies en la calle. También es el método más barato (aunque ya sabemos que el coste económico de todo esto va a ser muy grande; pero de esto hablaré en otro artículo).




Tenemos muchas horas para quedarnos en casa y hacer lo que nunca tenemos tiempo de hacer porque andamos corriendo de un lado para el otro. Y una de ellas es cocinar, por supuesto. Así que, queridas amigas, ahora ya no me podrán dar la excusa de que no tienen tiempo de cocinar. Así que ¡pongámonos el delantal!, y vamos a pasar un rato agradable en nuestra olvidada cocina. Vamos a recuperar las ollas que no hemos usado porque hemos optado por calentar los alimentos congelados o precocinados en el microondas. Vamos a divertirnos creando nuestras propias recetas al combinar los alimentos que ya tenemos.

También es un momento óptimo para incorporar cambios en nuestra dieta habitual. Y para evitar las tentaciones de la calle. Porque nuestros restaurantes preferidos están cerrados; y también lo están los que nos faltan por descubrir y las fantásticas cafeterías donde entramos a tomar ni que sea un café o un té rápido... ¡Imagínense! Nada. Así que no nos toca otra que hacerlo en casa. No caigan en la tentación de encargar comida a domicilio, por dos motivos, a menos que estén totalmente incapacitados para cocinar: primero, porque se estarán privando de la maravillosa oportunidad de cocinarse para ustedes mismas, y eso es en sí terapéutico; en segundo lugar, porque no saben quién les ha preparado la comida ni las posibilidades de contagio que esa maravillosa caja puede contener.

Los que hayan tenido la precaución de comprar alimentos con anterioridad ya tienen lo necesario en la despensa para unas cuantas semanas. Los que no, pues les tocará salir a comprar. ¡Pero no se asusten! Habrá suficiente para todos. No tienen que vaciar los estantes del supermercado. Primero porque no necesitan kilos y kilos que después tal vez no utilicen y se les malogre en la despensa. Segundo, porque si arrasamos con lo que tenemos a la vista, probablemente estaremos evitando que la persona que viene detrás, y las siguientes, puedan adquirir ese alimento del que tú te has provisto en cantidad excesiva. Se impone la solidaridad y el pensar en las necesidades del prójimo. Hay que prevenir la exageración con la comida; en la compra y en el consumo.

Mejor comprar productos imperecederos (sobre todo cereales en grano: arroz integral, mijo, copos de avena, trigo sarraceno, y si quieren, cus cus, trigo bulgur o quinoa), y también algas, miso, umeboshi, y no se les ovide, sal marina sin refinar (es mejor que la del Himalaya, que además es mucho más cara) y aceite de sésamo (ajonjolí) y de oliva y girasol. No los aceites vegetales que venden en los Estados Unidos, de origen desconocido. Si se tienen niños, pasta: espaguetis, macarrones, fusilli... Los vegetales, los necesarios para la semana actual y un poco más. Esto es más perecedero, por lo que tendremos que ir proveyendo de a poco. No recomiendo congelar, ya lo he dicho muchas veces; porque la refrigeración en estas circunstancias es suficiente, y porque los alimentos congelados pierden su energía vital y una parte de sus nutrientes. Muy importante: lo básico son los cereales integrales en grano, que duran y duran sin dañarse un montón de tiempo, y no hace falta refrigerarlos. Nos alimentan y son ideales para recuperar el tono vital y limpiar el intestino después de tantos abusos en resto del año. Recuerden que además se da otro hecho: justo hemos entrado en la primavera, con lo cual una limpieza del organismo nos vendrá de perlas para prepararnos para el buen tiempo --aunque sea dentro de casa...




Es bueno recordar que, como pasaremos la mayor parte del tiempo en nuestro hogar, no vamos a quemar tantas calorías ni tampoco vamos a ejercitar tanto nuestro cuerpo, así que rebajar el consumo de galletitas, cafés con leche, frutos secos y no secos en cantidad, jugos varios en cantidad, y mil y un chuches, nos va a reportar grandes beneficios.

Estamos viviendo una época de regresar a lo básico y eliminar lo superfluo, no solo en el aspecto físico, también en el emocional y mental: tenemos que privarnos de miles de productos de consumo y de miles de abrazos, besos, estrechamiento de manos y otros tantos toqueteos a los que los latinos e hispanos estamos tan acostumbrados. También de esto debemos ayunar. ¡Buf! Se me antoja que eso va a ser mucho más difícil para los latinos que para los anglosajones, que ya tienen un gen que les predispone al "detachment" y al autoconfinamiento en su casa, me van a perdonar...

Bueno, vamos a dejarnos de connotaciones raciales o separatistas porque corren tiempos de unión y de unidad, de fraternidad y ayuda al prójimo. Por eso, les pido que por favor se pongan en contacto conmigo si tienen alguna duda o pregunta o comentario sobre este asunto de la dieta que tanto me fascina y me interesa. ¡Yo también tengo mis pecadillos, no se crean! Pero estos días, estoy disfrutando de hacer combinaciones varias y tratar de deleitar el selectivo paladar de los míos, no se crean...

Ah, por último, no me voy a privar de recetarles algo para su sistema inmunológico --que no es la vitamina C ni los mejunjes con vinagre ni productos químicos: raíz de diente de león, raíz de bardana y sopitas de miso. Alimentos naturales y cocinados. Recuperen las horas de sueño robadas por la agitación y la ansiedad. Escuchen mantras o buena música clásica. Y ríanse; disfruten con un buen libro, de esos que siempre les recomendamos y que tampoco leen por falta de tiempo. Bájense una clase de yoga por internet y muevan el esqueleto todos los días un ratito. Su cuerpo se lo agradecerá.

Y no se darán cuenta, que ya habrán pasado los días de confinamiento. Y de reflexión, y de adquirir conciencia.

Gracias, coronavirus, por todas estas cosas que también nos has traído. Ya aprendimos la lección, y por eso, ya te puedes marchar. De hoy en adelante, ya no seremos las mismas personas. Valoraremos más a los demás y corregiremos nuestros hábitos no saludables. Esta vez sí lo haremos, porque ya hemos visto el precio tan caro en vidas y personas infectadas, de médicos y sanitarios también infectados por tus ventosas. Nuestro amor y nuestra sabiduría y nuestro poder son infinitamente más grandes que esas ventosas con las que te adhieres a las células de los seres humanos. Porque nuestras células son las células del Cristo y del Buda, y por eso no las puedes infectar. Solo puedes disolverte dentro de ese mar violeta y rubí de nuestro amor a Dios y a todos los seres humanos. Pedimos perdón por nuesta ignorancia y nuestra arrogancia.

Salud, paz y conciencia para todos.










No hay comentarios:

Publicar un comentario