sábado, 5 de enero de 2013


Ha pasado un año desde el último mensaje en mi blog, !casi no me lo puedo creer!

Aproveché ese espacio de tiempo para escribir mi primer librito sobre adquirir conciencia en el tema de comer, una aventura que me tomé muy deportivamente y para nada como un reto. Me divertí haciéndolo y le dediqué el tiempo necesario. De ahí surgió el fruto: se llama La dieta del sentido común y ahora te voy a contar de dónde viene el título y por qué o para qué puede servir, ya que parto de la base de que los libros es bueno escribirlos para que les sirvan a los demás. Claro que muchos no estarán de acuerdo conmigo, pero bueno... !Vayamos al grano!

La idea es que comer bien se convierta en una cuestión de sentido común porque has adquirido el "juicio" o en otros términos, el discernimiento que te permite elegir con buen y justo criterio lo correcto para ti; comer bien en el sentido de comer lo que es bueno y adecuado para nosotros, no caer en una cadena de excesos que nos acaban enfermando. La clave es buscar la cantidad y sobre todo la calidad de los ingredientes.

El fin de semana pasado leía en la revista "Mother Earth Living" un interesante artículo que decía que el 70% de los productos que encontramos en un supermercado son transgénicos, es decir, tienen ingredientes que han sido manipulados genéticamente (se refiere a los Estados Unidos). Una cifra alarmante, sinceramente, más teniendo en cuenta que en este país la legislación ampara a todas las empresas manipuladoras al no exigirles advertirlo al consumidor en las etiquetas. Una situación que no se tolera en Europa y seguramente en muchos países latinoamericanos donde el abuso de lo trangénico seguramente no ha llegado a cotas tan elevadas.

Si casamos esta cifra con las 3.770 calorías diarias que ingiere en promedio cada residente de este loado país, la ecuación arroja una bomba letal como resultado: un cuerpo saturado de residuos químicos y "alimentos" adulterados, algo que la Naturaleza --y nuestro cuerpo forma parte de ella-- no reconoce como algo natural, así que debe esforzarse por transformar en algo natural para poder procesarlo y quedarse con lo aprovechable que tenga, si es que tiene algo.

El problema no es que de vez en cuando comamos algo adulterado. El problema es que lo hacemos demasiado a menudo, muchas personas todos los días; la mayoría, en este país americano; y claro, luego se preguntan porque engordan o enferman de diabetes, del corazón o de cáncer. En el sur de la Florida, que es donde yo vivo, muchas personas a partir de cierta edad (40 o 50 años) sufren de ello, y no de un simple resfriado. Eso me lleva a pensar que el nivel de toxinas que hay en su cuerpo es tan elevado que éste simplemente no tiene tiempo de eliminarlas, por su gran cantidad acumulada, y como se come tanto y se quema tan poco (por falta de ejercicio y por el clima cálido), la ecuación letal se hace manifiesta.

Bueno, vamos a cambiar de tema y a hablar de cosas apetecibles, como por ejemplo el menú de las fiestas navideñas. Anoche tuve la última celebración (!uy, qué digo! si esta noche vienen los Reyes Magos y mañana tenemos aún todo el día para jugar con los regalos...). Pues bueno, tuve que apañármelas con poca cosa que tenía y los comensales eran dos adultos (con el diente siempre dispuesto a hincarle a algo, como buenos cubanos...) más dos adolescentes; ello sumado a nosotros dos (adultos) y mi hija, sumaba en total siete personas. Bueno, no está mal, la cosa salió bien y las felicitaciones por los platos no se hicieron esperar... Mañana te explico lo que les cociné a ellos y otros platos de las fiestas...

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