martes, 6 de diciembre de 2011

Una de las cosas que más me ha llamado la atención desde que conozco -más- la macrobiótica es el ahorro que supone respecto a otras formas de vida y alimentación. Porque la macrobiótica no es, recordemos, solamente una forma de alimentarse, sino un estilo de vida en sí, que se basa en el principio "vivere parvo", término latino que significa "vida simple o sencilla". Y esta manera simple de vivir llevada a la comida y a la preparación de nuestros platos supone, como digo, un ahorro considerable cuando pensamos en comprar y comer lo esencial y evitar lo superfluo, multitud de productos -mal llamados- alimenticios que sirven para llenar los estómagos y vaciar los bolsillos, pero poco o nada aportan a nuestro equilibrio yin/yang, otro de los principios de la macrobiótica.
Es algo así como el milagro de los panes y los peces, que obró Jesús en la fiesta de Caná. Por poner un ejemplo, el domingo tuve invitados a cenar, y sin haber comprado nada más que lo que acostumbramos a comprar para pasar la semana, pude complacer -espero...- sus estómagos con una preparación a base de cuscús recubierto de humus (crema de garbanzos cocidos y triturados, esta vez con zanahoria y cebolla) y perejil, cortado a porciones idividuales y frito en abundante aceite de girasol. Quedó como unos panes fritos, sabrosos y originales al paladar no acostumbrado. El presupuesto, bien ajustado, y al día siguiente me comentó una de las comensales que se habían quedado bien satisfechos. Claro que había otros platitos, pero me atrevería a decir que esto fue lo que más les satisfizo.
Mañana tengo otros invitados a cenar. Para la próxima misiva, más comentarios sobre lo que degustaremos.

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