sábado, 31 de diciembre de 2016

Macrobiótica en la República Dominicana

El pasado mes de noviembre tuve la grata oportunidad de visitar un país fascinante no tanto por su tamaño geográfico –ocupa la mitad de una isla del Caribe, que comparte con su vecino Haití--, sino por el tamaño del corazón de muchos de sus habitantes.
El propósito fundamental del viaje era impartir clases de astrología mi esposo, José Luis, y de macrobiótica yo, presentando a la vez mi último libro René Lévy. Una vida macrobiótica.
Estuvimos todos los días en Santo Domingo, la capital, salvo un mediodía en que nos llevaron a comer a un restaurante que está encima del mar, llamado Neptuno, en Boca Chica, una playa cercana a Santo Domingo. Ciertamente nos vino bien una pausa junto a las calmosas olas del Caribe en el cálido otoño dominicano.
Como suelo hacer dondequiera que vaya, pedí me acompañaran a mercados locales para ver los alimentos que venden en la zona. La macrobiótica recomienda productos del lugar –lo que en Cataluña, donde vivo, llaman “kilómetro cero”--; así que me interesé por lo que se cultiva y vende en la isla.



Mis conclusiones son las siguientes:
1) Por lo que pude ver, la gente compra en grandes supermercados, donde una pequeña parte es local (tal vez el 10 o 15 por ciento) y el resto es importado. Me recordó un poco a los supermercados de Miami, tipo Presidente. El estilo de compra es bastante parecido, salvando las diferencias en el nivel adquisitivo del comprador medio, que en la República Dominicana es mucho menor.




2) Los cereales en grano –el alimento principal en la macrobiótica—se encuentran sin problema, aunque no todos. El arroz integral, por ejemplo, es local, el grano es más delgado y por tanto tiene menos consistencia que el grano corto y más grueso que se vende en los EEUU o en Europa; pero eso es debido al clima, de manera que al ser más caluroso todo el año, la tierra produce ese grano más yin. Se puede comer como alimento de base. Otros cereales son el maíz, que es económico, igual que el arroz, y se adapta por la misma razón climatológica a la dieta habitual. Los demás granos: bulgur, es de importación, ya que el trigo no se da en la isla porque requiere un clima menos cálido y húmedo; el mijo y el trigo sarraceno o en otras formas, no los vi, pero tal vez se venden en alguna tienda de productos naturales (de importación); la avena sí la hay, y se consume bastante, en copos; la quinoa, la venden y es de importación (por eso es cara). El ajonjolí (sésamo), es local y abunda: en grano, sobre todo. El tahín (pasta de ajonjolí) no lo vi, será cuestión de que alguien se anime a hacerlo.

3) Los vegetales: locales, cebollas, ají (pimientos), tomates, lechuga, zanahorias, batata, auyama (calabazas del lugar)…, me van a disculpar, pero no recuerdo los nombres de algunos otros, por eso, porque son muy del lugar. Disculpen mi ignorancia. Nabos, rábanos, col verde, brócoli y otros vegetales son importados.

4) Las frutas, lo mismo; los aguacates y los mangos, muy abundantes y económicos; la sandía, en plena forma y dulce sabor en otoño; el coco, en múltiples presentaciones y variedades (enteros, jugos, leche de coco envasada…). Todas o casi todas las frutas tropicales tienen gran aceptación y se consumen enteras o en jugo. En la macrobiótica ya sabemos que no se recomiendan por su extraordinaria calidad yin, pero la verdad es que se dan en la isla en abundancia por el factor climático.
5) Legumbres: lentejas, garbanzos, frijoles, son muy populares y se encuentran por doquier. No recuerdo si son importados o locales, pero en cualquier caso, no son costosos. Algunos más específicos de la macrobiótica, como las azukis o el miso, se encuentran en tiendas orientales, y son de importación.
6) Pescado: el que vi en el supermercado no lo recomiendo. Tenía un color en los ojos muy turbio… Desde luego, muy fresco no parecía.
7) Otros productos muy específicos de la macrobiótica como el kuzu, las ciruelas umeboshi, el miso de buena calidad, no los vi. Yo les sugeriría a quienes vayan a visitar a amigos o parientes en la isla, que les lleven alguno de estos productos o se lo envíen de regalo para la Navidad. ¡Ese sí sería un buen regalo! El jengibre se encuentra en todas las cocinas, ¡en grandes cantidades y sin excepción! Pero sería bueno que empezaran a utilizar aliños como la salsa de soya natural (Shoyu) o la umeboshi, y aceites de buena calidad (de oliva, de ajonjolí, de girasol).
8) Bebidas: ya he mencionado que se consumen los jugos en todas sus variedades y contenidos. Están bien, saben rico; y el calor invita a tomarlos. El hábito muy extendido de consumirlos no es en sí malo o negativo. El problema surge cuando a ello se le agrega una dieta que contiene azúcar, porque por la mañana se cocinan copos de avena a los que les añaden azúcar, acompañado de café (muy yin y gran excitante del sistema nervioso) y galletas (azucaradas, por supuesto) o tostadas con mermelada (también azucarada), etc.

Esos hábitos generan un tipo de personas con una energía muy yin, que se detecta en sus cuerpos ciertamente dilatados por los excesos yin y el exceso de comida (recordemos que en los climas cálidos la ingesta de alimento debería ser menor que durante la estación fría) y esa calidad yin genera una personalidad también yin: falta de concentración y escucha cuando se nos habla o se nos explican conceptos que debemos retener, falta de memoria no importa la edad que se tenga, cansancio, sueño insuficiente o de poca calidad, comportamientos excesivamente sumisos y proclives a ser victimizados (no importa el sexo pero por lo general las mujeres son las más tendentes a adoptar ese rol sumiso), con la consiguiente polaridad yang en las personas a las que se atraen (recordemos: yin atrae yang, yang atrae yin), esto es, parejas u hombres abusivos de palabra u obra. Y eso va pasando de generación en generación hasta quedar grabado en el código genético, dicho de otro modo, karmático.



9) Reciclaje: Se echa en falta el hábito de reciclar y contenedores aptos para la clasificación de residuos (vidrio, cartón, plástico, latas…). Nuestro doliente planeta anda muy necesitado de cuidados intensivos, y cuando cruzo el charco, ya vaya al gigante estadounidense o a otros países más al sur, uno tiene la sensación de que allí nadie habla de contaminación ni se preocupa por ello.
Ya tuve ocasión de explicarles que yo no me creo lo que dice el Sr. Trump: que el cambio climático es un invento de los chinos y que no existe. Yo no creo que los glaciares que se están deshaciendo en los polos sea un invento de nadie. Y que si tienes la suerte de vivir en un lugar con un aire limpio donde no percibas ese hecho, no pienses que todo el mundo es así. En la China, precisamente, lo saben muy bien, y en Europa se están tomando muchas medidas en las ciudades para evitar esa cantidad de contaminantes que forma parte de la vida cotidiana de sus habitantes (poner contenedores de basura selectiva por doquier, dejar circular sólo la mitad de vehículos, como se ha hecho en París, en Madrid, etc, etc.).
Es obvio que en algunos lugares de América eso no es una prioridad. Ahora bien, si usted me dice que en su ciudad no hay contenedores para clasificar los residuos, bien, entonces puede hacer dos cosas: una, escribir a las autoridades o a los periódicos que publiquen cartas de los lectores exponiendo esa necesidad; y dos, generar menos basura siendo consciente de que el planeta es de todos y queremos dejar uno más limpio y habitable para nuestros hijos y nietos. Al final, de eso se trata.

Tengo que reconocer que tal vez la sangre de los dominicanos sea muy dulce. Y también que son algo gritones, parlanchines y a veces distraídos. Y que viven en un país donde uno no anda muy tranquilo por la calle, por miedo a que le roben. Pero también he de ser sincera y admitir que tienen el corazón más grande que he visto en muchos lugares que he visitado de este mundo. Y que se atreven a traer hijos al mundo aun en difíciles circunstancias personales. Dios se lo guarde y se lo ensanche aún más. Para que sigan siendo un ejemplo de devoción, amor al prójimo y alegría violeta.
¡Salud a la República Dominicana!



¡Y feliz año nuevo a todos!